"LOS KILL KITS DE ISRAEL KEYES"

 

 Bajo la capa blanca del invierno de Anchorage, Alaska, surgió un monstruo invisible. Israel Keyes, de 34 años, no fue un psicópata nato ni un asesino por impulso, fue la encarnación del mal metódico. Desde su infancia, en una cabaña remota sin agua ni electricidad y educado en ideologías extremistas, su espíritu se templó en soledad. 

  Y así, el 1 de febrero de 2012, el monstruo actuó. Samantha, una joven de 18 años, cerraba su turno en el puesto de café donde trabajaba. La cámara la captó mientras el secuestrador, con pasamontañas, se acercaba a la ventanilla pidiendo algo de beber y acto seguido desenfundaba un arma. A continuación, le obligó a apagar las luces, la maniato con bridas y le saco envuelta en silencio. Caminaron por el parking y la introdujo en un vehículo. En el interior le manifestó que se trataba de un secuestro y que iba a solicitar un rescate, le arrebato el móvil y su tarjeta de crédito. 

  La condujo a un cobertizo que tenía a pocos metros de su propia casa, donde dormían su mujer y su hija. Allí le interrogó y ella, esperanzada de que le dejara con vida, le facilito su número PIN de la tarjeta pero no le basto y comenzó el horror: un asalto sexual y luego la estranguló. Tras el crimen, entró en su casa y al día siguiente se marchó junto a su familia a disfrutar de unas vacaciones en crucero durante una semana. No le dio tiempo a deshacerse del cuerpo, por lo que lo escondió dentro de un armario en ese mismo cobertizo con el objetivo de que las altas temperaturas ayudaran a la conservación del cadáver. 

  Cuando regresó, efectivamente, estaba tan congelado que tuvo que utilizar un candelabro para descongelarlo. Una vez hecho esto...volvió a abusar del cuerpo y puso su macabro plan de engaño en marcha: lo maquilló, cosió sus párpados abiertos para que pareciera viva y le hizo fotografías junto a un periódico con fecha 13 de febrero como "prueba de vida". Luego redactó una nota de rescate de 30.000$ dirigida a la familia y la colocó dentro de una bolsa junto a la foto en un parque local. Sin embargo, lo acabó descuartizando y tirándolo en bolsas al lago helado.

  Fue una obra maquiavélica que combinaba horror, teatralidad y perversión. Poco después no tardó en cometer su primer error y comenzó a usar la tarjeta de crédito de Samantha. La policía se dio cuenta y rastrearon cada retirada, las cámaras grababan cada cajero y una captó el vehículo que coincidía con la descripción que ya disponían y, el 13 de marzo, procedieron a su detención. En comisaria, durante el interrogatorio, confesó el asesinato de Samantha pero dejo entrever que habían otras víctimas.

  A cambio de que le condenaran a muerte y que su ejecución fuera lo antes posible, se comprometió a enseñar y contar otros crímenes, no quería salir en televisión ni que su nombre saliera en la prensa. Temía que su hija, al crecer, podría ver en internet o en cualquier medio su nombre en los titulares. Afirmo sentir fascinación por asesinos en serie como Ted Bundy y planeaba sus asesinatos de manera meticulosa: 

   "Alquilaba un coche y recorría numerosos distritos. Tenía cubos de plásticos escondidos en diferentes zonas, llenos de armas como por ejemplo, pistolas y munición, bridas, cinta adhesiva, navajas, palas, productos químicos como soda cáustica, lejía, disfraces... Afirmó haber enterrado hasta 12 pero sólo se hallaron unos pocos. Esto le facilitaba el poder trasladarse sin llevar nada sospechoso"

   Durante más de cuarenta horas de interrogatorio, también admitió el asesinato de un matrimonio en Vermont, detallando como los mató y aceleró su descomposición con productos químicos. Aunque sólo mencionó tres víctimas, nunca corrigió a los investigadores cuando le plantearon 11 víctimas, por lo que el FBI concluyó que había cometido alrededor de once asesinatos. 

  Israel Keyes se comportó con frialdad y control. Finalmente, el 2 de diciembre de 2012, se suicidó en su celda causándose múltiples cortes en las muñecas y estrangulándose con las sábanas. Bajo su colchón encontraron once calaveras y un pentagrama dibujados con su propia sangre, junto con la frase "we are one" y una nota suicida sangrienta descrita como una "oda al asesinato".

   




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