"EL DESTRIPADOR DE YORKSHIRE"
Bajo en manto oscuro del año 1975, en West Yorkshire, un silencio mortal cubre los páramos. Agentes de policía, atraídos por un sombra siniestra, descubren el cuerpo sin vida de Wilma, de 28 años. Esta mujer vivía a escasos metros del campo donde fue hallada. La autopsia arrojó una verdad aterradora: un golpe violento en la nuca y una puñalada brutal en el vientre, como si la muerte misma hubiese trazado un ritual macabro.
Pasado un tiempo, ya en el año 1976, emerge otro cuerpo, se trata de Emily, de 42 años. El patrón se repite, como si una fuerza invisible guiara la mano del asesino. Ambas desempeñaban el mismo oficio y fueron despedazadas con una violencia idéntica. Está última sufrió 56 puñaladas y presenta el mismo trauma craneal que Wilma, una firma escalofriante del asesino. En su muslo se plasmó una huella, era el contorno de una bota de goma.
Al realizar un molde, la pista cobra forma. Es una bota de trabajo, talla 40. Tal vez, ¿un obrero corriente...?. El número de sospechosos se pierde en el infinito de los obreros de la región. Pero una sombra se cierne, un cazador invisible buscaba su próxima pieza.
Sin embargo, bajo el velo de una noche de febrero del año siguiente, volvió a emerger la pesadilla. En Leeds, el cuerpo de Irene, también de 28 años, yacía en el solitario parque de Roundhay. Las huellas revelaron el modus operandi de un asesino obsesivo: martillazos ensordecedores, seguidos de puñaladas frías y calculadas. Su cuerpo había sido dispuesto con deliberada crueldad: prendas ordenadas sobre sus heridas, una firma macabra que pocos podían comprender. Alrededor, había huellas de neumáticos que reflejaban la existencia de un vehículo desconocido que pasó por allí pero, que desapareció sin dejar rastro.
Revisando denuncias interpuestas durante los meses anteriores sobre agresiones, descubren que, exactamente dieciocho meses antes, una niña de apenas 14 años, afirmó haber sido agredida por un hombre que se le acercó cuando caminaba. El hombre le golpeó en la cabeza en varias ocasiones pero algún viandante irrumpió la agresión y pudo sobrevivir. En comisaria, la descripción que dio la menor era la de un hombre blanco, con pelo afro, barba espesa y oscura y ojos negros como la noche.
La policía continuaba con las investigaciones pero el asesino no descansaba. Llegada la primavera, Patricia, apareció asesinada en el interior de su apartamento. Los forenses dijeron que -su cráneo parecía una bolsa de canicas-, y de nuevo, en la escena del crimen la huella de una bota idéntica a la que había en el muslo de la segunda víctima. Nueve semanas más tarde, sobre el césped de un parque, la aparición de un nuevo cuerpo, Jane, de 16 años, acabó aterrorizando a la población. Esta vez, la prensa mando un mensaje dirigido al asesino que decía así:
"Ya has matado cinco veces, en menos de dos años, has asesinado a cinco mujeres en Leeds and Bradford. Se cree que tu motivación es un odio terrible a las prostitutas, un odio que te lleva a golpear y apuñalar a tus víctimas, pero inevitablemente ese retorcido arrebato tuyo tuvo terribles consecuencias el pasado domingo. Una muchacha inocente de 16 años, una feliz y respetable chica de clase trabajadora de una familia decente de Leeds se cruzó en tu camino. ¿Cómo te sentiste cuando tu sangrienta cruzada contra las prostitutas había ido tan mal, que tu vengativo cuchillo había encontrado un objetivo tan inocente?. Aunque, indudablemente estés enfermo, deber de haber sentido algún tipo de remordimiento al deshacerte de las manchas de sangre de Jane (...)".
Bajo el peso abrumados de los cinco asesinatos ya registrados, la policía se vio desbordada por el exceso de pistas, cada una más enigmática que la anterior, como un nudo imposible de desatar. Mientras tanto, cerca de Manchester, en un antiguo cementerio, el cuerpo de otra joven apareció abandonado entre lápidas, con una peculiaridad escalofriante: huevos de mosca adheridos a su piel, Según el forense, el cuerpo estuvo oculto a la sombra durante dos o tres días, antes de ser reubicado al sol, como si el asesino se hubiera dejado una pista.
Registraron su bolso, en su interior, un billete de cinco libras recién emitido. La policía teoriza ¿lo habría usado el asesino para pagar sus servicios?. El rastro del billete llevó a indagar en unas treinta y cuatro empresas, por lo que se centraron en los empleados que recibieron ese mismo billete. Y así fue como llegaron a un camionero, Peter Sutcliffe.
A comienzos de 1978, la policía acudió al domicilio que compartía con su esposa para interrogarlo, pero no lo consideraron un sospechoso serio, y no tardaron en aparecer tres cadáveres más; -años después, él mismo afirmó que vio a los agentes tan exhaustos que no pusieron en duda su coartada-. Analizaron matrículas de vehículos que frecuentaban las zonas de prostitución en distintos distritos. Una y otra vez, un mismo nombre surgía de los registros.
La gota que colmó el vaso fue una grabación de voz recibida por un inspector en la que hombre, con un acento aparentemente del norte de Inglaterra, se adjudico los asesinatos. Esta pista los llevó por un camino equivocado que terminó por descartar a Peter: -tenía el mismo aspecto al descrito por una de las supervivientes, trabajaba en una empresa de transporte y tenía una talla 40 de pie-.
Con los asesinatos de otras cuatros mujeres más, la policía creó "La super brigada del destripador". Revisaron el caso y todas las pruebas conducían a él. Con la excusa de que estaban realizando un control rutinario en una de las zona de prostitución, le pararon y por llevar una matrícula falsa lo llevaron a comisaria donde fue la novena vez que lo interrogaron. De repente, una escena fugaz atravesó la mente de uno de los agentes que lo detuvo esa noche. Cuando salió del vehículo se alejo un momento del mismo y cuando volvieron al lugar, encontraron un martillo. Ese era el arma con el que golpeaba brutalmente a sus víctimas.
Con toda la presión acabó confesando -fue Dios quien me dijo que dijera la verdad-. Contó que tuvo una experiencia en un cementerio donde recibió el mensaje de Dios que le encargó la misión divina de matar prostitutas.
Sufría diversas parafilias como masturbarse sobre los cuerpos. Fue condenado por 13 asesinatos, 7 intentos de asesinato y condenado a 20 cadenas perpetuas. Falleció en l hospital en el año 2020 tras contagiarse de COVID-19 y negarse a recibir tratamiento.
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