"EL CRIMEN DE PATRAIX"
Todo sucedió la madrugada del día 16 de agosto del ano 2017 en Patraix, Valencia. Un garaje cualquiera de la calle Calamocha se convirtió en un escenario de un acto desgarrador. Se llamaba Antonio, un ingeniero de 36 años, como cada día, abrió su coche para iniciar la jornada laboral. En un parpadeo perdió la vida por seis, ocho puñaladas certeras, como si el filo hubiera sido comandado por manos que conocían al detalle sus movimientos matutinos.
El silencio se tiñó de sangre. El crimen, a primera vista, parecía un robo: sin forzamiento a la entrada del garaje, sin violencia descontrolada, ni signos de resistencia...todo indicaba que le sorprendieron. Sin embargo, cuando registraron la escena, sus pertenencias estaban intactas y las puñaladas se dirigieron directamente al corazón lo que significaba que el resultado que esperaba el agresor era la muerte de la víctima.
Enseguida se personó en el lugar la mujer de Antonio, María Jesús, una enfermera de 27 años. A penas llevaban un año de casados. Enseguida supo que el cuerpo que yacía en el garaje era el de su marido ya que llevaba horas sin contestarle a los mensajes -tuvo que ser asistida por el Samur debido a un ataque de nervios-. Mas tarde, más tranquila, en dependencias judiciales su comportamiento dada la gravedad de los hechos llamo poderosamente la atención de la jefa de grupo policial. No paraba de enviarse mensajes con alguien, lo que llevó a interrogar a la mejor amiga de ésta. Su amiga confesó que meses antes, ambas salieron de fiesta y que se enrollaron con dos chicos, María Jesús estuvo con un tal Jose. Cuando, en una segunda declaración, le preguntaron por esto afirmó que tenía unas relaciones extramatrimoniales y habló de otro hombre, un tal Ángel.
El entorno de la víctima contaba que la relación no pasaba por un buen momento. Con un ambiente de desconfianza, Antonio le echó de casa. María Jesús vio su mundo peligrar. Con todo esto, la policía solicito la intervención de su teléfono. Cuando hablaba con amigas suyas su tono era más triste, como apagado, sin embargo, cuando hablaba con su madre o con su mejor amiga, el tono era totalmente diferente, estaba más contenta -como si volviera a su adolescencia de nuevo-. Observaron que a los pocos días del fallecimiento salía de fiesta -un comportamiento poco usual-, y bromeaba con sus amantes.
El 8 de noviembre recibe una llamada de un tal Salva que abrió otra línea de investigación. Era un hombre que no había mencionado, que trabajaba como celador en su mismo hospital y veinte años mayor que ella. En esa llamada se entendía que también mantenían una relación y Salva parecía molesto al haberse enterado, por un amigo suyo policía, de la existencia de otro hombre en su vida, Jose, con el que, según declaró en comisaria, tenía planeado irse de vacaciones. Se sentía traicionado y ella intentaba tranquilizarle. Investigaron su relación, estaba casado, y a su vez, encantado de mantener una relación con una chica joven, más activa sexualmente y con la que estaba muy ilusionado.
Debido a la intranquilidad de Salva, decidieron quedar. La policía monto un dispositivo de escucha en el local. En la conversación hablaban sobre una llave -se refiere al tema de que la policía sospecha que el agresor entró con la llave del garaje-. A partir de esta conversación tienen la teoría de que ella le facilito la llave para acceder al interior del aparcamiento y su amante, inducido por esta, asesinó a su marido.
Procedieron a la detención de ambos. María Jesús, con todo lo que le expuso la policía, confesó que lo habían planteado conjuntamente pero que el ejecutor fue Salva. Mientras tanto, Salva cuenta otra historia. Confiesa estar satisfecho de haber liberado a su amante de las manos de un maltratador, que ella no era feliz y que le había manifestado su deseo de que desapareciera.
Al poco después, la viuda rectificó su declaración, y dijo que el crimen lo planeó sólo el y que ella tuvo miedo y que solo fue culpable de encubrimiento. Cuando Salva se enteró, estaba tan obsesionado con ella, que acepto declarar para exonerarle de todo y culparse el. Colaboró con la policía y les condujo al lugar donde escondió el arma -un cuchillo cebollero de hoja gruesa-.
Estando en prisión intercambiaron cartas hasta que las cartas dejaron de ser respondidas y Salva, ante el silencio de su amada, se dio cuenta de que había sido utilizado. Comenzó a contra lo que había ocurrido en realidad, ella le hizo la proposición de eliminar a su marido. Con todas estas declaraciones y cambios de versiones, comenzaron las acusaciones cruzadas, lo que conllevó a la condena de 22 años de prisión para la viuda y 17 años, con reducción por colaboración, para Salva por el crimen.
Lo terrible no fue solo el acto en sí, fue la trama íntima: jun amor clandestino convertido en conspiración criminal, con cada pieza del plan encajado con precisión quirúrgica. Pero la pregunta persiste: ¿hasta donde llega la obsesión disfrazada de amor? En Patraix, el eco de ese trágico amanecer sigue retumbando.
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